El primer contacto directo con comunidades y proyectos que hemos tenido este año ha sido en Totogalpa. Ha sido como una inyección de energía positiva, un voto de confianza a la pequeña cooperación...
Es un pequeño municipio del departamento de Madriz (sí Madriz con z) que ha sido conocido siempre por su alto índice de pobreza entre la población rural y por la especial incidencia de la enfermedad del chagas (un bichito que vive en las paredes de adobe). Las construcciones por el departamento son diferentes a las casitas de retales de chapa que se ven salpicando las carreteras o incluso en la periferia de Managua. Son casitas hechas de ladrillos de adobe y con techos de teja (bueno, no todos, pero la gran mayoría sí) pues esa zona es conocida por la elaboración de ladrillos de adobe y también de cerámica, aunque en concreto Totogalpa se dedica a la producción de tomates.
Tiene una población aproximada de más de 10.000 habitantes, aunque sólo unos 2000 residen el el núbleo urbano y el resto diseminado en las diferentes comunidades... Si ya es difícil que los servicios y recursos lleguen a todos los municipios, imaginaros qué supone acceder a población que vive en pequeñas comunidades rurales a varias horas de distancia andando del municipio del que dependen... Difícil, verdad?
Pues bien, en este pequeño rinconcito del país conocimos varios proyectos sobre mejora nutricional en el municipio, sobre apoyo a la pequeña producción y sobre juventud (que es lo mío, jeje).
Allí conocimos a Mercedes, la joven secretaria de la corporación, que nos acompañó durante toda la tarde, explicándonos con todo detalle el funcionamiento de las iniciativas participativas que se ponen en marcha en el municipio, así como los proyectos futuros que esperan ejecutar.
Una cosa muy curiosa es que todos los trabajadores del ayuntamiento (incluidos concejales y alcalde) van identificados con un “uniforme” que consiste en un polo que va cambiando en función del día de la semana (de lunes a viernes). Los colores son verde, amarillo, rosa, blanco y azul, coincidiendo con los colores del logo del poder ciudadano. Os imagináis a Carlos y Fernando a juego con sus polos de colores?? jeje!!!
Pero lo mejor de todo esto es encontrar a muchos jóvenes que están dedicando una gran parte de su tiempo para intentar mejorar la situación de su comunidad, jóvenes que han conseguido lo que los adultos llevan mucho tiempo intentando: la riqueza de la diversidad, pudiendo reunirse jóvenes sandinistas y de otras ideologías, religiosos, pequeños y grandes…
Pues resumiento después de tol rollazo: la visita a este pequeño municipio ha supuesto para mí un rayito de esperanza en un panorama que se estaba poniendo un poquito oscuro después de varios días aquí. Creo que he visto muchas incongruencias durante estos días, muchas visiones bien distintas de la misma realidad; cada uno la pinta de colores tan diferentes que no parecen provenir del mismo país (bueno, casi es así... unos viven a cuerpo de rey, otros tienen que estirar los córdobas como chicles y otros subsisten con arroz y frijoles...) y la mayor desesperación es que la situación está montada tan, tan bien, que resulta casi imposible ni tambalear los cimientos que sustentan el sistema...
Pero Totogalpa ha sido un ¿y por qué no? ¿merece la pena seguir invirtiendo en pequeños proyectos que beneficien a una parte pequeñita de la población, pero que poco o nada contribuyen a cambiar la situación real de un país desde la base? Los jóvenes que allí conocimos han mejorado sus vidas, sus relaciones y miran el futuro con otra perspectiva, ya no se sienten tan solos... ¿merece la pena?